En este ocasión queremos acompañar a todas las mujeres, por el Día Internacional de la Mujer. En tiempos en donde hay muchísima discusión, pelea, enfrentamiento y falta de tolerancia, nos viene muy bien «protegernos» en el reparo de la cultura. La cultura es la actividad que nos lleva a tener un mejor control de nosotros mismos sobre nosotros mismos, sin las imposiciones del resto.
Sor Juana Inés de la Cruz fue un gran ser humano del siglo XVII y queremos rendirle homenaje a ella y a todas las mujeres. Sor adoptó una filosofía en defensa y valoración de las mujeres, pero lamentablemente no tuvo el reconocimiento en la historia como se lo merece. Quizás en un futuro se comprenda lo que hizo.
Que la cultura sea nuestro resguardo y la forma de guiar nuestra vida.
Sor Juan Inés de la Cruz
Juana de Asbaje y Ramírez, mejicana, es la mejor representante del barroco latinoamericano y cultivó todos los géneros, aunque la recordamos sobre todo por su poesía.
Gozó de gran prestigio en su tiempo, por su gran cultura y por su belleza. Su decisión de ingresar en la orden de San Jerónimo, donde desempeñó el cargo de archivera y contadora, fue polémica porque pocos creían que tuviera vocación. Sin embargo, fue monja hasta su muerte.
Como prosista destacan dos de sus cartas. En la primera, Carta Athenagórica, muestra su gran cultura teológica y en la segunda, Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, trata de justificar su vida y su vocación. Su prosa es directa e íntima y se muestra muy herida por las críticas que tuvo que soportar.
Como autora teatral escribe dos piezas en la línea de Calderón de la Barca, varias loas, y algunos Autos Sacramentales, de entre los que destacan El cetro de José y El divino Narciso.
Como poeta es la mejor. En sus poemas mezcla temas filosóficos, religiosos, amorosos… con una forma muy cuidada. A pesar de ser una poesía con todas las características del barroco español, su gran talento y su fuerte personalidad la distnguen. Entre sus obras en verso destaca Primer sueño.
En este poema se aprecia su lenguaje, de gran fuerza expresiva, serio, profundo, audaz, llegando, en ocasiones, a la sátira:
Arguye de inconsciente el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que causan.
Hombres necios, que acusaís
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpaís;
si con ansia sin igual
solicitaís su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitais al mal?
Combatís su resistencia,
y luego con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco,
y luego le tiene miedo.
Queréis con presunción necia,
hallar a la que buscaís,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro,
que el falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no está claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis,
que con desigual nivel,
a una culpáis por cruel,
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la es fácil enfada?
Más entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejáos enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pués para que os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuera a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia:
pues en promesa e instancia,
juntáis diablo, carne y mundo.